Una realidad de la Vida El viejo
Sentado, bajo el porche de su casa y fumando su vieja pipa,
manteniendo su mirada en la hojarasca que rodean los pinos de su jardín y
recordando aquello que pudo o no pudo hacer, se fijó en la hierba, que
crece con cierto desorden, no guarda sus formas, es caótica, el hombre
vio en pleno día como el sol que se posaba en las hojas brillaban, de
pronto se incorporó y prestó más atención, eran luces, cientos de luces
lo que veía, una luz en cada hoja, qué combinación, se preguntó a sí
mismo, ha llovido, y con la aparición del astro rey, las hojas de las
plantas tienen luz propia cada gota en cada hoja era una luz,
inconfundible, una continuación del Sol.
Sabía que era un efecto del Sol unido a la lluvia, recordó entonces que el filosofo Antonio de Dominis, adivinó que el arco iris era un efecto necesario y un efecto natural de la lluvia y el Sol.
Continuó admirando lo que a sus ojos llegaban a alcanzar del resto del bosque frente a su pequeña casa, ahí no veía luces ni gotas, su vista o tal vez la lejanía le impedía ver las luces del agua y el Sol.
Nunca se había planteado analizar esas cosas pequeñas que no tienen importancia, o simplemente nos pasan desapercibidas porque estamos muy ocupados en vivir para trabajar.
Recordó entonces que trabajando en una empresa aérea en Madrid, uno llegaba al aeropuerto donde se facturaban y embarcaban sus clientes, y solo veía largas colas, con personas cansadas de la espera cargadas de maletas, eran emigrantes que regresaban a su país, tal vez de vacaciones a visitar a sus familias o para quedarse para siempre, porque no encontraron el la Madre Patria aquello que buscaban uno, pasaba junto a ellos sin prestarles la atención que merecía aquella escena, era la misma escena de las largas colas de emigrantes españoles, yendo a Alemania o Francia, o quien sabe dónde demonios iban, no era en avión era en trenes pero los empleados en ambos casos pasaban por su lado sin prestarles atención.
Sólo puede uno prestar atención cuando tu también has sido emigrante, se decía a sí mismo.
Una mañana, acudió para ver como se desarrollaba todo aquel montaje de gente entregando sus billetes en los mostradores, otros llorando porque tenían exceso de equipaje pero no tenían dinero para pagarlo, gritos, niños jugando, ajenos al drama real de sus padres y familiares. De repente vio sentado en unas maletas un viejo junto a una columna, solo, llorar y hacerlo solo creo que debe incrementar el dolor y desesperación por lo que uno llora. El hombre se acercó y le preguntó qué le pasaba, el viejo que frisaba los setenta años, lo miró con tristeza, y bajó los ojos para contarle la historia. Había salido de Barcelona con su nieto para viajar a Bogotá y desde allí con una guagua llegar hasta un pequeño pueblo quien sabe dónde, por mucho que el hombre repitió el nombre del pueblo, ¿bien cuál es el problema?, mi nieto señor solo tiene billete para ir a Colombia pero no para regresar a España, por lo que no puede viajar y que hago yo con él no tengo dinero para volver a Barcelona donde están sus padres, ni tampoco para pagar su billete de vuelta.
Eso fue como la gota de agua que brillaba frente a sus ojos, en su casa recordando aquella historia, la gota de agua eran.
Las lagrimas del viejo contempladas no solo por él si no por su propio nieto. ¡No se preocupe, ahora le soluciono el problema!, esté tranquilo y deje de llorar.
Al cabo de cierto tiempo regresó con el billete para el niño, ya podía embarcar y no debía preocuparse más ni pagar nada, acercándose al niño y agachándose le dio veinte euros para que cuando llegaran a Colombia, no dejara pagar al abuelo la guagua.
El viejo se levanto de entre las maletas, en su esfuerzo por abrazarlo , tiró algunas, y seguía llorando esta vez de emoción y repitiendo sin cesar su agradecimiento, cuando pudo soltarse del viejo emigrante vio las lagrimas rodar por sus mejillas y en ellas estaba reflejado el sol porque eran luces, hermosas luces de agradecimiento y amor, y sintió pena, y lamentó no haber alcanzado a ver otras muchas luces de amor como aquellas a lo largo de su vida.
Sabía que era un efecto del Sol unido a la lluvia, recordó entonces que el filosofo Antonio de Dominis, adivinó que el arco iris era un efecto necesario y un efecto natural de la lluvia y el Sol.
Continuó admirando lo que a sus ojos llegaban a alcanzar del resto del bosque frente a su pequeña casa, ahí no veía luces ni gotas, su vista o tal vez la lejanía le impedía ver las luces del agua y el Sol.
Nunca se había planteado analizar esas cosas pequeñas que no tienen importancia, o simplemente nos pasan desapercibidas porque estamos muy ocupados en vivir para trabajar.
Recordó entonces que trabajando en una empresa aérea en Madrid, uno llegaba al aeropuerto donde se facturaban y embarcaban sus clientes, y solo veía largas colas, con personas cansadas de la espera cargadas de maletas, eran emigrantes que regresaban a su país, tal vez de vacaciones a visitar a sus familias o para quedarse para siempre, porque no encontraron el la Madre Patria aquello que buscaban uno, pasaba junto a ellos sin prestarles la atención que merecía aquella escena, era la misma escena de las largas colas de emigrantes españoles, yendo a Alemania o Francia, o quien sabe dónde demonios iban, no era en avión era en trenes pero los empleados en ambos casos pasaban por su lado sin prestarles atención.
Sólo puede uno prestar atención cuando tu también has sido emigrante, se decía a sí mismo.
Una mañana, acudió para ver como se desarrollaba todo aquel montaje de gente entregando sus billetes en los mostradores, otros llorando porque tenían exceso de equipaje pero no tenían dinero para pagarlo, gritos, niños jugando, ajenos al drama real de sus padres y familiares. De repente vio sentado en unas maletas un viejo junto a una columna, solo, llorar y hacerlo solo creo que debe incrementar el dolor y desesperación por lo que uno llora. El hombre se acercó y le preguntó qué le pasaba, el viejo que frisaba los setenta años, lo miró con tristeza, y bajó los ojos para contarle la historia. Había salido de Barcelona con su nieto para viajar a Bogotá y desde allí con una guagua llegar hasta un pequeño pueblo quien sabe dónde, por mucho que el hombre repitió el nombre del pueblo, ¿bien cuál es el problema?, mi nieto señor solo tiene billete para ir a Colombia pero no para regresar a España, por lo que no puede viajar y que hago yo con él no tengo dinero para volver a Barcelona donde están sus padres, ni tampoco para pagar su billete de vuelta.
Eso fue como la gota de agua que brillaba frente a sus ojos, en su casa recordando aquella historia, la gota de agua eran.
Las lagrimas del viejo contempladas no solo por él si no por su propio nieto. ¡No se preocupe, ahora le soluciono el problema!, esté tranquilo y deje de llorar.
Al cabo de cierto tiempo regresó con el billete para el niño, ya podía embarcar y no debía preocuparse más ni pagar nada, acercándose al niño y agachándose le dio veinte euros para que cuando llegaran a Colombia, no dejara pagar al abuelo la guagua.
El viejo se levanto de entre las maletas, en su esfuerzo por abrazarlo , tiró algunas, y seguía llorando esta vez de emoción y repitiendo sin cesar su agradecimiento, cuando pudo soltarse del viejo emigrante vio las lagrimas rodar por sus mejillas y en ellas estaba reflejado el sol porque eran luces, hermosas luces de agradecimiento y amor, y sintió pena, y lamentó no haber alcanzado a ver otras muchas luces de amor como aquellas a lo largo de su vida.
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