La estadística te explica qué aerolíneas son las más seguras y cuáles debes evitar
La casualidad puede ser
devastadora para una aerolínea comercial. ¿Quién se atrevería a comprar hoy en
día un billete de Malaysia Airlines después de que su nombre haya aparecido en
los periódicos de todo el planeta asociado con los dos grandes accidentes de
aviación del año, el del Vuelo 370 desaparecido y el MH17 estrellado, que han
dejado en total 537 muertos? No demasiados, a pesar de que, racionalmente,
sabemos que es muy poco probable que el destino sea tan puñetero como para
repetir una tercera vez la tragedia. Es la lógica de “una bomba no cae nunca en
el mismo lugar dos veces” que, sin embargo, ya fue desmentida cuando el vuelo
MH17 se estrelló en el este de Ucrania.
No hay que realizar un estudio
para demostrar que accidentes de esta índole provocan una caída en picado en la
demanda de billetes de las aerolíneas accidentadas. La muerte de 230 personas
en el accidente del vuelo 800 de TWA en el año 1996 agravó aún más los
problemas económicos de la compañía, que se había declarado en bancarrota el
año anterior, y aceleraría su desaparición en el año 2001, absorbida por
American Airlines.
Con el objetivo de desentrañar si
de verdad existe un método que permita prever futuros accidentes, el mago de
las estadísticas Nate Silver ha publicado en su página Five Thirty Eight un
artículo en el que analiza los datos de la American Safety Network, que refleja
todos los incidentes aéreos del mundo. Y, si bien es cierto que no siempre da
en el clavo, el popular autor ha conseguido establecer una correlación
convincente entre cierta característica de las líneas aéreas y la probabilidad
de que estas sufran un imprevisto en pleno vuelo.
La falsa estadística de la
tragedia
Silver parte de un presupuesto
lógico, aunque quizá polémico. Sumar el número de muertos en accidentes de una
misma línea aérea puede resultar engañoso, en cuanto que un único siniestro
fatal en el que se hayan cercenado las vidas de cientos de personas arrojará
una cifra total mayor que tres accidentes en los que hayan muerto decenas.
¿Quiere eso decir que la primera compañía, que falló una única vez, es más
insegura que la segunda, donde el número de incidentes ha sido mayor? Para
evitarlo, el autor de La señal y el ruido (Península) divide los últimos 30
años en dos: de 1985 a 1999 y de 2000 a 2014. La clave se encuentra en
averiguar si los problemas han sido persistentes en ambos períodos.
Cada uno de los grupos es
dividido a su vez en tres subcategorías: los incidentes, los accidentes fatales
y el número de muertos. Silver elimina de la ecuación la razón del accidente
–que en muchos casos suele ser motivo de controversia– y utiliza como criterio
los llamados ASK (available seat kilometers), es decir, el número de asientos
multiplicado por el número de kilómetros que recorre la aerolínea. La cifra
final no es un número absoluto, sino un porcentaje obtenido a partir de la
división entre el ASK y los accidentes. A partir de ello, elabora este primer
gráfico.
La conclusión salta a la vista:
no hay una correlación entre lo ocurrido durante el primer período y el
segundo. Por ejemplo, aquel que haya evitado a Avianca, después de 1999
alarmado por los cientos de muertos que la compañía colombiana dejó a sus
espaldas durante los años ochenta, ha errado el tiro: la aerolínea no sólo no
ha vuelto a padecer ningún accidente mortal durante los últimos años, sino que
tampoco ha sufrido ningún incidente en todo ese tiempo.
Silver cree que, en los contados
casos en los que los datos sobre accidentes mortales hayan sido consistentes de
un período a otro, el hecho se debe a la mera casualidad. Sin embargo, es más
fácil predecir los incidentes sin muertos, y el estadístico utiliza dicho dato
para establecer la esencia de su teoría. No deben ser las muertes las que nos
sorprendan, sino esos pequeños fallos en apariencia inocuos.
El ranking de las mejores
aerolíneas
Debido a que las grandes
catástrofes son la excepción, y alteran la estadística de manera significativa,
son esos incidentes que raramente aparecen en los periódicos los más
reveladores y los que se mantienen de una forma más continua a lo largo del
tiempo.
En definitiva, defiende Silver,
es el historial de esos “uy, por poco” lo que de verdad determina si habrá una
tragedia en el futuro. Por supuesto, no existe una seguridad del 100%, pero en
muchos casos las aerolíneas en las que termina ocurriendo una tragedia son
aquellas que acumulan un mayor número de incidentes como aterrizajes forzosos o
problemas de funcionamiento.
Pero el estadístico explica que
hay otro factor decisivo a la hora de elegir entre una aerolínea u otra: la
nacionalidad de la misma. Silver razona que, por razones obvias referentes a la
tecnología y la seguridad, las compañías de los países desarrollados ofrecen
más garantías que las de las naciones en vías de desarrollo. Según su
investigación, compañías como Southwest Airlines (una low-cost estadounidense),
Cathay Pacific (china), Lufthansa (alemana) y British Airways (británica) salen
muy bien paradas, mientras que la rusa Aeroflot, Ethiopean Airlines, Pakistan
International, Avianca y China Airlines ocupan los puestos bajos de la lista.
Simple y llanamente, asegura el
autor, el producto interior bruto del país de una línea aérea tiene una
importante correlación con la probabilidad de que uno de sus aviones sufra un
accidente. El consejo final proporcionado por Silver cae por su propio peso:
evitar las compañías que figuran en la lista negra de la Unión Europea, puesto
que ninguna de ellas ocupa un puesto superior al 56 en su listado. Y no,
Malaysia Airlines (en el puesto 45) no se encuentra entre ellas. Tampoco la
española Iberia, que con su puntuación de 0,25 se encuentra en el puesto número
20, entre American y Condor. Los accidentes pueden ocurrir en todas ellas, sí,
pero raramente podremos preverlos.
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