España, bajo el ojo del espionaje de EEUU
Los servicios de inteligencia
españoles tienen la fundada sospecha de que la Agencia Nacional de Seguridad
(NSA) ha rastreado millones de conversaciones telefónicas, SMS o correos
electrónicos con origen o destino en España, igual que en Francia o Alemania. El
consuelo es que están convencidos, como también lo está el propio Gobierno, de
que la poderosa agencia estadounidense dedicada a interceptar comunicaciones a
escala global no ha espiado en cambio a políticos españoles, como sí ha hecho
con la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, o el expresidente mexicano Felipe
Calderón.
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datos
La información adelantada ayer
por el diario francés Le Monde, a partir de las filtraciones del exanalista
Edward Snowden, evidencian que solo en un periodo de 30 días, entre el 10 de
diciembre de 2012 y el 8 de enero de 2013, la NSA recopiló datos
correspondientes a 70,3 millones de llamadas telefónicas en el país vecino. En
la mayoría de los casos, no se habría accedido al contenido de las
conversaciones, sino a datos asociados a las mismas: los números del autor y
del receptor de la llamada, su duración, la hora a la que se hizo o la
ubicación de ambos.
Las fuentes consultadas estiman
que la mayor parte de la actividad de la NSA se centra en la recopilación de
estos metadatos y solo en casos concretos, cuando se utilizan teléfonos
previamente seleccionados o se emplea alguna palabra clave, se produce la grabación
y escucha.
El Gobierno está convencido de
que no se ha espiado a políticos españoles
El problema es que la legislación
española, una de las más garantistas del mundo, otorga tanta protección a estos
metadatos como al contenido mismo de las conversaciones. La Ley 25/2007, de
conservación de datos relativos a las comunicaciones electrónicas y a las redes
públicas de comunicaciones, obliga a los operadores a conservar los datos que
permitan identificar el origen y destino de una comunicación (tanto de
telefonía fija como móvil, correo electrónico o telefonía por Internet), pero
solo pueden cederlos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y a los
funcionarios de la Dirección de Vigilancia Aduanera cuando ejerzan funciones de
policía judicial; así como al personal del Centro Nacional de Inteligencia
(CNI) “en el curso de investigaciones de seguridad sobre personas y entidades”.
Pero estos últimos necesitan luz verde del juez del Supremo que controla la
interceptación de comunicaciones y la entrada en domicilios por parte de los
agentes secretos. Es decir, siempre bajo control judicial, pues en otro caso
sería delito.
Hasta tal punto es estricta la
ley española que el Consejo Fiscal ha pedido que se reforme para que los datos
que no afecten al secreto de las comunicaciones pueden cederse también a la
Fiscalía, al Tribunal de Cuentas o a la Comisión de Propiedad Intelectual
cuando desarrollen investigaciones en el ejercicio de sus competencias, sin que
lo autorice un juez.
En julio pasado, el secretario de
Estado de Asuntos Exteriores, Gonzalo de Benito, aprovechó su visita a
Washington para trasladar a la subsecretaria para Asuntos Políticos, Wendy
Sherman, la preocupación española por las filtraciones de Snowden, que
demostraban que EE UU no solo había espiado a países hostiles o adversarios
sino a aliados y amigos e incluso a instituciones como la UE o la ONU. Sherman
se limitó a “tomar nota”.
El 12 de agosto, después de que
el semanario alemán Der Spiegel, publicase un documento de la NSA, fechado en
abril pasado, que situaba a España en el tercer nivel (de cinco) entre los
países objetivo de la agencia (junto a Alemania, Francia, Japón e Italia), el
Ministerio de Asuntos Exteriores convocó al encargado de negocios de la
Embajada de EE UU en Madrid, Luis G. Moreno. El subdirector para América del
Norte, Luis Calvo, le pidió “aclaraciones” sobre la actividad de la NSA en
España. El diplomático estadounidense aseguró comprender “la preocupación”
española y se comprometió a intentar facilitar la información reclamada, aunque
advirtió de que era política de la Administración Obama no comentar asuntos de
inteligencia. En efecto, Exteriores seguía esperando todavía ayer las
aclaraciones prometidas. Por su parte, la Embajada de EEUU en Madrid remitió a Washington
para contestar a la pregunta de EL PAÍS sobre si la NSA ha realizado en España
las mismas actividades que en Francia. Tampoco la Embajada de EE UU en Madrid
contestó a la pregunta de EL PAÍS sobre si la NSA ha realizado en España las
mismas actividades que en Francia.
La NSA y el CNI tienen un acuerdo
de colaboración mutua y cooperan a la hora de identificar a los protagonistas
de llamadas telefónicas o correos electrónicos en el curso de investigaciones
sobre terrorismo u otros campos de interés común. Pero, aunque los servicios de
inteligencia compartan los resultados de sus pesquisas, nunca lo harán con sus
fuentes o los métodos que emplean para conseguirlos.
Antes del verano, los
responsables de los servicios occidentales especializados en la inteligencia de
señales (como el GCHQ británico) se reunieron en la prestigiosa academia
militar de West Point invitados por el director de la NSA, el general Keith
Alexander. Aunque la reunión estaba programada desde mucho antes, el caso
Snowden irrumpió en los debates. Nadie reprochó al jefe de la NSA los métodos
utilizados, pero alguno le afeó que no hubiera sido capaz de evitar su
filtración a la prensa.
Cómo la NSA puede acceder a sus datos
Cuantos más detalles se saben de los programas secretos de
la NSA, más se amplía el alcance del espionaje
Conforme van conociéndose cada
vez más detalles de los programas de espionaje de EE UU y Reino Unido, se
revela hasta qué punto la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA, en
sus siglas en inglés) y el Cuartel General de Comunicaciones (GCHQ) británico
tienen acceso a las comunicaciones telefónicas y de datos globales y hasta qué
punto pueden obtener información de ellas.
En una entrevista a The Guardian,
al revelarse los primeros detalles del sistema, el exanalista de la NSA, Edward
Snowden afirmó: “Ustedes no pueden ni imaginarse de lo que es posible hacer. Es
espantoso hasta dónde llega su capacidad de actuar. Podemos intervenir
ordenadores y, en cuanto alguien entra en la red, identificar desde qué
ordenador entra”.
Hay dos formas por las que la
inteligencia estadounidense obtiene datos. La primera de ellas, Prisma, salió a
la luz el pasado 7 de junio. Según la documentación revelada por Edward
Snowden, grandes empresas de comunicación (Google, Facebook, Microsoft, Yahoo!,
YouTube, Apple, etc…), habrían ofrecido a los servicios secretos de EE UU una
“puerta trasera” a sus servidores para que estos obtuvieran datos personales de
sus usuarios. Washington, a cambio, cubría los gastos de la operación. Jueces
especiales, en juicios secretos, han dado autorización para llevar a cabo estas
interceptaciones. La documentación publicada sobre Prisma dejaba claro que los
datos obtenidos a través de la interceptación de servidores era solo parte de
la captación de información.
El 28 de septiembre, el The New
York Times afirmó que, desde 2010, la NSA estaba utilizando estos datos para
elaborar perfiles individuales y gráficos complejos en los que señalaban las
interrelaciones entre distintos usuarios de redes sociales.
La segunda forma de obtener datos
se reveló el 10 de julio, cuando The Washington Post reveló que los agentes de
la NSA han tenido la capacidad de obtener datos no solo a través del sistema
revelado por Snowden sino también directamente de las líneas telefónicas y de
fibra óptica, un sistema con numerosos nombres en clave. En una diapositiva a
los agentes, se recomendaba “usar ambos métodos”.
Los analistas no creían que la
NSA fuese capaz de procesar la inmensa cantidad de datos que circulan cada
segundo por las redes globales. Pero el 31 de julio, The Guardian publicaba
otra batería de diapositivas sobre un sistema llamado XKeyscore. Ese mecanismo,
utilizando metadatos —quién, cuándo y dónde accede alguien a una cuenta o a
quién envía un mensaje — extrae, filtra y clasifica la información que
cualquier usuario ponga en correos electrónicos y conversaciones digitales, así
como los historiales de los navegadores de internet. Enormes cantidades de
datos podrían así ser filtradas, por nombre, número de teléfono o, incluso, por
el idioma utilizado en la navegación o en la conversación. Las revelaciones del
diario británico también señalaba que la NSA utilizaba ese sistema para
clasificar datos por su “nivel de interés”: los datos “interesantes” podrían
permanecer en los servidores hasta cinco años, mientras que el “ruido” se
descartaba en menos 24 horas.
Quedaba saber como los servicios
de inteligencia son capaces de descifrar la gran cantidad de información que
circula cifrada por la red. El 5 de septiembre, Glenn Greenwald firmaba otro
reportaje afirmando que tanto la NSA como la GCHQ gastan 250 millones de
dólares (182 millones de euros) al año en sendos programas para romper los
sistemas de cifrado. Las revelaciones, publicadas en The Guardian, The New York
Times y ProPublica, señalan que la inteligencia estadounidense, además de
utilizar la llamada “fuerza bruta” —servidores que analizan cada clave posible
hasta encontrar la correcta— también ha robado contraseñas y negociado con
empresas informáticas para facilitar el acceso de la NSA a la tecnología de
cifrado, lo que ha permitido a los servicios de inteligencia acceder por
“puertas traseras” a datos que hasta ahora los usuarios consideraban seguros.
La documentación revelada por
Snowden a cuentagotas dejó claro que el alcance de este espionaje no se ha
limitado a EE UU, sino que tiene una escala global. Francia, Bélgica, Brasil,
México y Venezuela están entre los países vigilados. Y no han sido solo los
Gobiernos: instituciones internacionales como la Comisión Europea y empresas
como la brasileña Petrobrás, además de ciudadanos corrientes, han estado bajo
el punto de mira de los espionajes estadounidense y británico. Según Snowden,
solo cuatro países están expresamente fuera de los límites del espionaje
estadounidense: Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, sus socios en
el llamado grupo de los Cinco Ojos.
EE UU y Reino Unido no han hecho
demasiados esfuerzos para desmentir la existencia de todos estos programas. Por
el contrario, han acusado a Snowden, y a los periodistas que han publicado sus
revelaciones, del delito universalmente utilizado en estos temas sensibles:
dañar la seguridad nacional. Y, es más, han insistido en que toda la
información obtenida ha servido para lo que considera su objetivo número uno:
salvaguardar a estos países de un nuevo atentado terrorista.
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