Iberia, cambio tranquilo
Lo que se espera de la compañía es una gestión sensata de
sus planes laborales y de negocio
La compañía aérea Iberia, asociada a British Airways en el
grupo IAG, lleva al menos dos años implicada en un proceso de reestructuración
que no acaba de concluir. La importancia de Iberia para la economía española es
indiscutible; desde su condición de antigua línea de bandera representa un
anclaje estratégico firme para el transporte aéreo español, aporta un volumen
de negocio y contratación de primer orden en el mercado de valores y es la
operadora aventajada en el tráfico de los aeropuertos españoles, en especial el
de Madrid. Sin embargo, su reconversión no acaba de cerrarse y los planes que deberían
proporcionarle una oportunidad firme de volver a los beneficios permanecen
abiertos, sin concretar, a la espera de decisiones laborales y empresariales
sin resolver. El futuro de Iberia puede que sea magnífico, pero por el momento
parece condicionado por incertidumbres que deberían estar despejadas tiempo
atrás.
Una primera observación es que la reestructuración laboral
no está acabada. Y este es un obstáculo relevante si se tiene en cuenta que la
reducción de costes (principalmente laborales) figura en los planes de la
compañía como uno de los factores principales de dinamización del negocio. Los
ajustes laborales realizados hasta ahora se sostienen sobre un arbitraje; pero
Iberia se propone pactar con los sindicatos nuevos recortes, en plantilla y en
salarios (nuevas incorporaciones con la retribución de las líneas de bajo
coste), antes de que acabe este año. No es necesario subrayar la dificultad de
este acuerdo si se atiende a los problemas que generó el recorte anterior.
Parecidas dificultades pueden anticiparse en la resurrección prevista del grupo
de bajo coste Iberia Express; en este caso la barrera son los pilotos, un grupo
laboral de probada resistencia al low cost.
Si los pilares en los que se fundamenta una posible
recuperación del negocio todavía no están puestos, o lo están con algunas dudas
relevantes, parece un poco precipitado suponer que ya en 2014 la compañía pueda
volver a los beneficios. Las reconversiones o reestructuraciones en las grandes
empresas tienen una pesada inercia y no es fácil ejecutarlas en meses, quizá ni
siquiera en uno o dos años. Requieren un tratamiento a medio plazo, es decir,
paciencia en la planificación a corto para encarrilar el nuevo modelo. Sobre
todo cuando, como en el caso de Iberia, las dificultades de la empresa no nacen
estrictamente —o no solo— del ámbito laboral, sino que proceden también de
decisiones estratégicas erróneas y requieren, por lo tanto, de una reflexión
larga y consensuada sobre las nuevas vías de negocio. Que una de esas vías sea
el low cost parece evidente, pero requiere ajustes de gestión cuyo alcance
constituye precisamente el meollo del problema.
Por lo tanto, lo que se espera de Iberia es una gestión
sensata de sus planes laborales y de negocio antes que un trámite apresurado
que busca una vuelta a los beneficios a cambio de sacrificar la estabilidad
social de la compañía o no asegurar debidamente la fuente futura de ingresos.
Como bien saben los gestores de las aerolíneas, no por despegar deprisa se
alcanza más altura o se llega antes al destino.
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