Grandezas de TCP de Iberia y miserias del pasaje con un viajero desfallecido


A un pasajero del vuelo de Santo Domingo a Madrid de este lunes le sobreviene dentro de avión un desfallecimiento. Cae en redondo en su asiento. El aparato está a punto del despegue, pero con las puertas aún abiertas. Los vecinos más próximos de la clase business llaman a las azafatas. Estás acuden raudo y acto seguido, solicitas, requieren por megafonía la presencia de un médico. Se presenta una doctora dominicana que trabaja en Valladolid así como el comandante del vuelo. Entre el pasaje de la business se oye un despreciable y soterrado “Ya llegamos tarde, lo que faltaba”.

El comandante pide la presencia del médico del aeropuerto. Al final acude una asistente. Ésta mide la tensión, cuya máxima está por encima de 16 y la baja por encima de 11. La doctora afincada en España había recomendado un tranquilizante para antes del despegue. La asistente se opone porque considera que se puede quedar tan relajado que se duerma y no pueda llamar a nadie si se produce una recaída. El comandante analiza la situación con la asistente del aeropuerto de Las Américas, quien la dice que lo más apropiado es que le pongan una inyección porque sus efectos son más rápidos que el bisoprolol.

Y empieza aquí una discusión surrealista, bizantina y tercermundista. Porque la asistente le indica al comandante que tardará una hora en ponerle la inyección. ¿Una hora? El comandante se mueve con el equipo de handling y llaman a Air Europa para que acojan al pasajero. En Air Europa dicen que no puede ser y que tendrá que volar al día siguiente. El pasajero recuperado se identifica y le comenta al comandante que se encuentra mucho mejor y que le libera de cualquier percance.

El comandante se reúne con su equipo para analizar la situación. También está presente la asistente, que le dice que si en ese instante se toma el bisoprolol y él, el pasajero, se hace responsable puede volar. El comité de urgencia autoriza el vuelo del viajero. Entre el pasaje ya cundía el malestar. El breve retraso sirvió para que llegaran a tiempo dos pasajeros que se habían retrasado. Una pasajera, la del 1D, le comenta a una tripulante “vaya nochecita”. Otros callan, pero con malas caras.

Los TCP y la sobrecargo se desviven. Al pasajero no le falta en el vuelo ni leche de hormiga. El comandante, igual de atento. La doctora dominico- vallisoletana, un encanto. Los compañeros de viaje, ni una sola palabra: ni cómo si encuentra, ni si está mejor. Rictus displicentes en casi todos ellos. El vuelo llega a Madrid más o menos a la hora prevista. El comandante sale de cabina y se despide, al igual que la sobrecargo, del pasajero accidentado. Nada que ver con las miserias del pasaje.

(Ese mismo lunes, durante el vuelo de Evelop de La Habana a Madrid y que también aterrizó en la terminal T4 casi a la misma hora, lo que son las cosas, hubo tres desfallecimientos. Sin problemas afortunadamente y con la solidaridad de todos los que iban a bordo, pasaje y TCP).


Según publica: preferente.com

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