Noticias destacadas Un pez de hace 500 millones de años desvela el origen de las mandíbulas en los vertebrados
La evolución de las mandíbulas en los animales vertebrados
fue una larga y compleja odisea evolutiva que duró millones de años. A lo largo
de este proceso, una serie de arcos huesudos alrededor de la cabeza en las
especies más primitivas se fueron adaptando hasta formar esta estructura.
Ahora, el hallazgo de nuevos fósiles en Canadá ha desvelado un eslabón clave en
esta cadena evolutiva: el pez Metaspriggina, que hace unos 505 millones de años
ya poseía estos arcos distribuidos a lo largo de su cabeza, protegiendo sus
branquias.
El descubrimiento, que acaba de publicar la revista Nature,
supone un hito importante para conocer a los animales predecesores de los
primeros vertebrados con mandíbulas.
«Nuestro hallazgo apoya la teoría de que estos peces
primitivos tenían unas estructuras con forma de barras que precedieron a las
mandíbulas. Estos arcos son ligeramente más gruesos y, por lo tanto, pudieron
tener una función distinta antes de su transformación hacia una verdadera
mandíbula», explica a EL MUNDO Simon Conway, autor principal de la
investigación, que trabaja en el departamento de Ciencias de la Tierra de la
Universidad de Cambridge (Reino Unido).
El hallazgo del pez Metaspriggina , por lo tanto, es una
pieza clave para completar el puzle de la evolución de los vertebrados, ya que
puede considerarse el punto de partida que dio origen a la mandíbula a los
peces y posteriormente a los dinosaurios, mamíferos y demás especies de vertebrados
que fueron poblando la Tierra, incluyendo al ser humano.
«En la evolución de los vertebrados, éste es el segundo
fenómeno más importante que transforma al cuerpo. Primero está la aparición de
las vértebras, y después las mandíbulas», explica Rafael Zardoya investigador
del CSIC en el Museo de Ciencias Naturales.
Según Conway, la importancia del nuevo fósil radica en que
se ha descubierto estos huesos en peces tan primitivos. Un hecho sobre el que,
hasta ahora, solo se había teorizado, pero no se había podido demostrar. «Todos
los peces tienen arcos branquiales, pero el hallazgo de estas estructuras
precursoras en Metaspriggina es muy importante porque revela sus
características en las especies más primitivas», explica.
Hay siete arcos en cada lado de la cabeza, 14 en total. Hay
siete arcos en cada lado de la cabeza, 14 en total. NATURE
En la actualidad, los únicos animales que viven sin
mandíbulas son las lampreas y mixines, peces que se alimentan gracias a una
boca redondeada que succiona la comida. «Todos los demás vertebrados son
descendientes de los primeros organismos que tuvieron mandíbulas. Gracias a
ellas, pudieron pasar a una vida activa y empezaron a cazar», explica el
investigador español.
Más de 40 fósiles bien conservados
Las excavaciones que permitieron el hallazgo se llevaron a
cabo en 2012 en un yacimiento de fósiles situado cerca del Cañón de Mármol del
Parque Nacional de Koontenay (al oeste de Canadá). Allí, los investigadores
desenterraron 44 fósiles de estos peces ya extintos. Hasta entonces, los
científicos sólo contaban con dos ejemplares de Metaspriggina, pero estaban
incompletos y parecía una misión casi imposible estudiar sus características
físicas.
«Se encontraron entre sedimentos otros ejemplares al sur de
China. Sin embargo, los arcos alrededor de las branquias no se apreciaban con
la misma claridad que los nuevos fósiles de Metaspriggina», explica Conway.
Ahora, gracias a este asombroso hallazgo, tanto por el número de ejemplares
fósiles como por su buen estado de conservación, la comunidad científica ha
podido estudiar con gran precisión su anatomía.
En su trabajo de Nature, el equipo señala que este singular
pez primitivo pertenecía a la familia de los cordados, cuya espina dorsal se
distribuye a lo largo de su cuerpo. También han comprobado que vivió hace unos
505 millones de años -en el Cámbrico- y tenía un cuerpo alargado que medía unos
60 milímetros de largo, pero no pasaba de los 13 milímetros de ancho. Además,
contaba con un par de fosas nasales, un posible cráneo y unas grandes cuencas
oculares que le permitían permanecer atento a lo que sucedía a su alrededor.
«El detalle de los fósiles es asombroso», explica el principal investigador.
«Incluso los ojos están perfectamente conservados y se aprecian claramente»,
añade.
Pero la mayor sorpresa para todo el equipo de investigadores
llegó a la hora de estudiar el área branquial. «El análisis del área branquial
y la musculatura sugiere que Metaspriggina era un nadador eficaz», asegura
Conway.
En la actualidad, según explica por su parte Rafael Zardoya,
en este campo de investigación se están llevando a cabo numerosos estudios
tanto paleontológicos como genéticos. A partir de ellos se comparan tanto los
restos fósiles como los genomas entre unas especies y otras para conocer qué
rasgos han permanecido a lo largo de toda la evolución de los vertebrados.
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