La lección de Vueling en BCN

El aeropuerto de Barcelona, especialmente su espléndida Terminal 1, es uno de los mayores centros comerciales de Cataluña. El ambiente de prosperidad que se percibe allí no tiene nada que ver con el que se vive en el de Barajas. Vueling, la aerolínea austera de International Airlines Group (IAG), es la responsable de más de un tercio de los 35 millones de pasajeros que se pasean anualmente por esas instalaciones.
No es necesario retroceder ni siquiera una década para ver cómo han cambiado las cosas. La famosa invasión de la pista de El Prat por parte de trabajadores de Iberia, un episodio que degradó el crédito de España, sobre todo por la vulneración de las normas de seguridad, se produjo en julio de 2006, hace casi ocho años.
Iberia había decidido replegarse por las bravas de Barcelona y eso irritó a los intereses locales avivando el tradicional sentimiento de agravio que en Cataluña toma la forma de nacionalismo. Advertidos del daño causado, Iberia creó una aerolínea low cost -Clickair- con base en El Prat que empezó a operar el 1 de octubre de 2006.
 
El primero en detectar la frustración que crecía en Barcelona fue Carlos Muñoz, creador de la low cost Vueling, que fijó allí su base y empezó a volar en julio de 2004. Como a su vez el catalanismo percibía a Clickair como una especie de aerolínea bastarda, la Generalitat gobernada por el tripartito propició una solución nacional y, por ende, pública: la elegida fue Spanair, adquirida por un consorcio semipúblico catalán en septiembre de 2009.
No había lógica económica detrás del proyecto de la Generalitat. Menos aún cuando en julio de 2009 ya se había materializado la fusión de Clickair y Vueling, que racionalizó la competencia del bajo coste en El Prat. La aventura de crear una aerolínea de bandera catalana, presidida por Ferrán Soriano, actual presidente del Manchester City, terminó con un concurso de acreedores por más de 400 millones tras un intento desesperado por vendérsela a Qatar Airways. En el intertanto se libró una sorda batalla que concluyó en enero de 2012 cuando Spanair cerró. Vueling ya la había barrido en el tercer trimestre de 2010 cuando registró los primeros beneficios tras su fusión.
Desde 2012, la fortaleza del modelo de negocio de Vueling, muy orientado a la competencia en el libre mercado, no ha dejado de alimentar con pasajeros y actividad al aeropuerto y la ciudad. Sus números son récords continuos. Atrás quedaron mitos como que las low cost degradaban el turismo.
Paradójicamente, el desarrollo del aeropuerto de Barcelona aumentó tras cerrarse la compañía Spanair, el proyecto estatal catalán que pretendía desarrollar la infraestructura. Una enorme lección del fracaso del Estado cuando se mide con la iniciativa privada. La moraleja es sencilla, hay una lógica no nacionalista ni estatalista para triunfar en el mundo actual: se llama globalización. Y hay que saber aprovecharla.

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