Internacional » Para entender la revolución financiera del papa Francisco

Su iniciativa de crear una "super-secretaría" de Economía es la medida más drástica tomada hasta ahora para avanzar en el objetivo de transparentar una administración hasta ahora dispersa y opaca
 

En su condición de Sumo Pontífice, Jorge Bergoglio preside en realidad dos entidades paralelas y distintas: por un lado, el mini Estado de la Ciudad de Vaticano, del cual es Jefe de Estado, con su gobernación y apenas unos 500 ciudadanos vaticanos; y, por el otro lado, la Santa Sede, un organismo mucho más amplio y complejo que el anterior y que pastorea a mil millones de fieles en el mundo: una suerte de ONG, pero con personería jurídica internacional, con un gobierno que es la Curia (organizada en dicasterios, consejos y congregaciones) y un Primer Ministro (el Secretario de Estado, cargo que hoy ocupa monseñor Pietro Parolin).

"En el plano internacional, el actor principal es la Santa Sede, antes que el Vaticano", explica Jean-Luc Pouthier, presidente del Centro de Estudios del Hecho Religioso Contemporáneo (Cefrelco, por sus siglas en francés), entrevistado por la revista Challenges. Pero, agrega el especialista, es el Vaticano el que en ocasiones ha jugado o ha sido sospechado de jugar "el rol de paraíso fiscal pese a ser la entidad más pequeña".

A partir de ahora, la Secretaría de Economía creada por Francisco –en los hechos, un ministerio- tendrá autoridad tanto sobre los asuntos económicos de la Santa Sede como sobre los del Estado de la Ciudad del Vaticano.
 



Actualmente, en el interior de estos dos ámbitos, existen organismos que gozan de autonomía de gestión, como por ejemplo la Congregación de Propaganda Fide o el propio Banco Vaticano (llamado en realidad Instituto para las Obras de la Religión, IOR), creado en el origen para administrar la indemnización otorgada por Italia al Vaticano en 1929, una suma destinada a indemnizar a la Iglesia por la desaparición de los Estados Pontificios en 1870, al momento de concretarse al fin la unidad italiana.

La nueva superestructura creada por el papa Francisco deberá administrar y controlar todas esas instancias con la finalidad de transparentar la gestión y ponerla en línea con los criterios del Consejo de Europa. Esto implicará, entre otras cosas, que el Banco de Italia podría acceder a información financiera del Vaticano, incluyendo nombres de titulares de cuentas, algo hasta ahora resistido por muchos en el seno de la Curia.

El "ministerio" vaticano no tendrá obviamente una economía productiva que administrar, sino flujos de dinero que no pasan por los grandes organismos financieros internacionales, dado que los fondos que ingresan a la Santa Sede provienen de donaciones y colectas en las parroquias del mundo entero, mediante mecanismos dispersos y variados, en algunos casos cercanos a lo artesanal.

Ingresos y gastos

En el caso del Estado vaticano, los recursos de que dispone se originan en buena medida en el turismo -entradas a los museos y a la Basílica San Pedro, venta de estampillas y depósitos del IOR. Su gasto lo conforman el mantenimiento edilicio y los sueldos del personal. Su presupuesto está equilibrado.

En el caso de la Santa Sede, lo esencial de sus ingresos proviene de las donaciones de las Iglesias locales, es decir, flujos irregulares y difíciles de medir. Los gastos derivan del funcionamiento de la Curia y de los viajes pontificios, pero también tiene erogaciones fuera de Roma: fundamentalmente, las embajadas (nunciaturas) de la Santa Sede en todos los países del mundo y el apoyo a las Iglesias locales.

El presupuesto de Vaticano era de 245 millones de dólares en 2011. Pero el tesoro de la Iglesia se eleva a varios miles de millones de dólares.

Quién es el Cardenal Pell

El elegido por Francisco para desempañar el rol de Secretario de Estado para asuntos financieros (el nombre es Prefecto de la Secretaría de Economía) es el cardenal australiano George Pell, un hombre que no pertenece a ningún círculo de la Curia vaticana. Tampoco es un tradicionalista, sino que tiene un perfil de católico social, afín al de Bergoglio.
 


Su misión será la de administrar los fondos del Estado vaticano y de la Santa Sede, reportando directamente al Papa, y con el auxilio de un Consejo de Economía, de 15 miembros, de los cuales 8 serán cardenales u obispos y 7, laicos expertos en finanzas.

La designación de Pell es también un claro signo de la des-italianización de la Curia romana. Algo que también se reflejó en las designaciones de los nuevos cardenales. El consistorio del sábado pasado es histórico porque marca el fin de una época: si la elección de un nuevo Papa debiera tener lugar mañana, los cardenales surgidos de la vieja Europa no tendrían mayoría en una votación.

Pero a eso se suma un cambio de tono. "Francisco explicó con gran vigor a los nuevos cardenales, pero el mensaje era para todos, que no entraban a una corte, con ventajas, riquezas y derechos adquiridos... Hacía mucho tiempo que un pontífice no se dirigía con semejante firmeza lapidaria al conjunto de sus cardenales", dijo el escritor Nicolas Diat, autor de una biografía de Benedicto XVI, a Atlantico.fr.

Con esta reforma, Francisco reafirma su voluntad de poner realmente en marcha una organización más eficiente y transparente de las finanzas vaticanas. Pero todavía queda un camino por recorrer que no está libre de obstáculos.

Baste recordar que este camino que hoy emprende el Papa argentino, lo tomó también en su momento Benedicto XVI. Una víctima de las resistencias que estas medidas generaron dentro de la Curia romana fue el banquero Ettore Gotti Tedeschi, un prestigioso economista a quien Joseph Ratzinger designó al frente del IOR con la misión de poner a esa institución en línea con las normas internacionales en materia financiera. Pero el hombre fue expulsado con escándalo de la institución, quedando abortada la reforma emprendida.

Por lo tanto, el desafío de la adaptación de una institución con tanta tradición e historia –acostumbrada a regirse con sus propias reglas y leyes internas- a los nuevos tiempos, sin perder al mismo tiempo su esencia y misión, sigue en pie.

Pero al Papa parece no temblarle la mano. A las reprimendas a los cardenales, se suma el ajuste presupuestario que congeló vacantes y suprimió horas extra, y ahora la reforma financiera.

Ahorro, transparencia, planificación, simplificación, son los objetivos buscados, pero también poner fin a los escándalos financieros y al estado de sospecha constante sobre el banco vaticano. Las acusaciones de blanqueo de dinero afectaron fuertemente la imagen de la Santa Sede.

Con esta finalidad, el Papa dispondrá desde ahora de una herramienta más eficiente, centralizada, un aparato único que estará en condiciones de preparar un presupuesto anual, asegurar una planificación financiera, con sus correspondientes balances. 

Nobleza obliga, hay que reconocer que Benedicto XVI abrió el camino, no sólo por las iniciativas que tomó –muchas de las cuales fueron frenadas por su entorno-, sino porque su salida anticipada abrió la vía para una oxigenación política en la cúpula.



La "fuerza temible" del Papa argentino

Desde el comienzo de su pontificado, Francisco la emprendió contra la descoordinación y la opacidad de las finanzas vaticanas.

En primer lugar, para sortear eventuales obstáculos a su reforma, apeló al mecanismo de crear comisiones que le responden directamente. Así, luego de la Comisión de 8 cardenales para reformar a Curia, creó otra, para el rediseño financiero de la Santa Sede.

El 8 de agosto de 2013, firmó un motu proprio (decreto papal) para la creación de un Comité de seguridad financiera "a fin de coordinar las autoridades competentes de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad de Vaticano en materia de lucha contra el blanqueo de dinero".

En octubre de 2013, el diario italiano Corriere della Sera reveló que el IOR había ordenado el cierre de 900 cuentas –sobre un total de 19.000- por presunción de blanqueo de dinero, como resultado de una verificación iniciada ya en 2012.

Finalmente, el 8 de octubre de 2013, el Vaticano promulgó una ley sobre transparencia, vigilancia e información financiera, estableciendo normas especialmente severas en materia de lucha contra el reciclado de fondos y financiamiento del terrorismo.

"Es poco decir que la voluntad del Papa argentino es una fuerza temible, dice Nicolas Diat. Nunca los viejos barones que rondaban desde hace tantos años en torno a los círculos financieros del Vaticano hubieran imaginado semejante voluntad de reforma por parte de un Papa. Francisco cierra poco a poco la página de intrigas a veces gravísimas y sabe muy bien que ha iniciado un proceso irreversible".

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