Las aerolíneas americanas suben tarifas y no la oferta
Durante este largo mes de agosto quizás hayan leído las
afirmaciones de Willy Walsh, el máximo ejecutivo de IAG, el grupo que engloba a
British Airways, Iberia y Vueling, señalando que pretende limitar la oferta de
plazas para el invierno que viene. Algunos, como era de prever, se lanzan al
cuello, sugiriendo que es una forma de mostrar debilidad. Antes, cuando Ibería
perdía un millón de euros por día, IAG (Walsh, para entendernos) acordó que la
compañía se retirara de parte de las rutas que atendía en Latinoamérica, de
cara a reducir números rojos. En su lugar, como todos conocemos, Air France se
lanzó a cubrir los huecos, con resultados más que dudosos.
La postura de Walsh, como en otra dimensión la de O’Leary de
que en invierno se aparque una parte sustancial de la flota, se basa en la idea
muy sólida de que lo que cuenta en los negocios no es la facturación sino los
beneficios. Podemos mover muchos pasajeros, pero perder dinnoticias de rss1
noticias de aerolineas , Jaime Amador Iberia IAG EEUU , Las aerolíneas
americanas suben tarifas y no la ofertaero o, por el contrario, podemos
transportar a menos, pero ganar. IAG ha optado porque sus compañías operen
menos, pero con márgenes más razonables. Esta es la cuestión central en un
negocio endemoniado, que tiene el poder de arruinar cualquier fortuna en poco
tiempo. No olvidemos los listados interminables de compañías que han
desaparecido en sólo los últimos cinco años.
El planteamiento del negocio aéreo es sencillo y comparable
al de muchos otros sectores: las compañías aéreas juegan con dos variables,
precio y ocupación. La lógica económica indica que a menor es el precio, mayor
es la ocupación y viceversa. Pero, estos dos factores a su vez varían en
función de la oferta y demanda global en un trayecto. Si entre dos puntos hay
más asientos disponibles que viajeros potenciales, entonces todos los que
vuelan en esta línea van a sufrir. Puede que una compañía opte por bajar
precios para mejorar ocupación, mover la flota, pero hemos de tener presente
que así baja su rentabilidad y sus beneficios. Lo único que puede ganar es una
cuota de mercado. ¿Será el cliente tan fiel de no cambiar de aerolínea aunque
después se suban los precios? No, esto no ocurre: el cliente que viene por
precio, se va por precio. La respuesta del rival a una bajada de precios puede
ir por el mismo camino, con lo que todos pierden.
Por lo tanto, es oportuno plantearse reducir vuelos. Pero la
decisión tiene otros componentes: afecta al orgullo de los gestores de las
compañías. Aparcar aviones es como una demostración de incapacidad, como un
indicador de fracaso colectivo. Aunque no sea verdad. Si las compañías fueran
capaces de adaptar constantemente su oferta a la demanda, entonces podrían
garantizarse colectivamente unos beneficios muy saludables. Pero todos quieren
aparecer en los medios ampliando flota, incrementando servicios, operando como
nunca nadie lo hizo antes.
Vean hoy el panorama de la aviación comercial a nivel
mundial: por un lado estamos viendo que en Estados Unidos el negocio está yendo
fenomenalmente, con más beneficios y una estabilización en el número de
asientos ofrecido, pese al aumento de viajeros; en torno al Golfo Pérsico hay
un aumento desmesurado de oferta, que en parte se corresponde con un incremento
de la demanda pero que en parte está causando pérdidas de pasajeros para otras
líneas aéreas y, finalmente, tenemos Europa, donde Air France-KLM no deja de
perder dinero y Lufthansa se encuentra en un momento delicado, víctima de esta
competencia procedente del Este. Sólo IAG y sus compañías tiene hoy por hoy un
panorama moderadamente estable, centrado en el Atlántico Norte, porque ni los
americanos ni los europeos están aumentando la oferta de plazas. BA, además,
pretende bajarla.
En Estados Unidos, tras haber pasado por momentos de
escandaloso exceso de oferta que condujo a muchas de las grandes a la bancarrota,
hoy parece que el negocio está sustentado en bases firmes. Los precios este
verano fueron un 4.5 por ciento más caros, debido a que el número de vuelos se
contuvo, pese a que el número de pasajeros (a bordo de las aerolíneas
americanas) entre el primero de junio y el primero de septiembre aumentó un 1.5
por ciento respecto del año pasado, hasta alcanzar los 210 millones, 2.28
millones diarios.
En cierta medida, es la lección que las aerolíneas
aprendieron del pasado reciente: más vale aparcar aviones que perder dinero. En
la medida en que este sea el planteamiento de la mayoría de los operadores,
vamos a pagar más caros los billetes. A cambio, las compañías sabrán que no van
a perder dinero. A ver cuánto dura la calma y hasta dónde en Europa se sigue
este llamado a sentido común.
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