La aerolínea que pierde el doble que Iberia
En enero y febrero de este año, la aerolínea de la que
hablamos perdió 118 millones de dólares; en los últimos tres ejercicios sus
números rojos llegaron a los 3.566 millones de dólares, tres veces más que el
valor bursátil de American Airlines o algo más que el valor de Air France, según
publicó hace unos días un periódico connacional. Cada pasajero que vuela de
América a Europa con ellos, tiene que ser subvencionado con 1.013 dólares,
porque la compañía tiene unos costes operativos que superan ampliamente el
precio que cobra por sus billetes, los cuales no pueden ser aumentados porque
sus competidores se quedarían con el mercado.
Lógicamente, una aerolínea así tiene que estar en manos
públicas, porque es “la garantía de la conectividad” para el país ‘beneficiado’
con tener estos servicios, según explican los dirigentes públicos. Se trata,
como se imaginan, de Aerolíneas Argentinas, que celebrará en breve sus primeros
cuatro años en manos del Gobierno de aquel país.
En realidad no está en manos del Gobierno sino de los
militantes de una rama del peronismo, denominada La Cámpora, que incluye al
presidente y director general de la empresa, Mariano Recalde. Recalde asumió la
gestión de la empresa en noviembre de 2009, un año después de haber quedado en
manos públicas; entonces dijo que este año que empieza llegarían los
beneficios, pero por lo pronto lo que ha llegado es que en enero y febrero la
aerolínea ha doblado las pérdidas del año pasado en esos mismos meses. En todo
el año 2012, las pérdidas habían alcanzado la cifra casi imbatible de 900
millones de dólares.
No les explico las estrategias de gestión porque son
imaginables. Pérdidas tan brutales no se pueden lograr fácilmente. Digamos que
estamos ante un ejemplo de acumulación de todos los posibles abusos
concebibles. Mientras, al otro lado de los Andes, por ejemplo, Lan acumula
beneficios, se expande y está cerca de consolidarse como la compañía aérea más
rentable de Latinoamérica. Y eso sin que el Estado la subvencione ni garantice
la conectividad del país. ¡Pobre Chile!
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