IAG (British, Vueling e Iberia) sigue la técnica de Ryanair: maltratar al cliente
Caso real -o sea de la economía
real- del accidentado viaje de un pasajero español -ya saben, de la misma
nacionalizada que la hasta ahora compañía española de bandera, Iberia, y de su
hermana Vueling, ambas del grupo IAG, que preside Antonio Vázquez y cuyo Ceo es
el irlandés Willie Walsh.
Más que un viaje, un viacrucis
agosteño pero que resulta muy representativo sobre un servicio como el de las
aerolíneas, que debiera ser público, en el sentido de servir al público. Ojo al
dato: nuestro españolito compra y paga un billete de idlta con Vueling,
Madrid-Atenas y Atenas-Madrid, aunque el viaje de vuelta ya le obliga a volver
con Swiss Air vía Zurich. La primera en la frente.
Es un caso real, acaecido a un
viajero español A la ida, Vueling obliga a hacer escala en su ‘hub’ en
Barcelona pero resulta que la salida del vuelo se retrasa en Madrid y en la
compañía no pueden asegurarle que no pierda el enlace Barcelona-Atenas. Si lo
hace, tampoco podrá enlazar con el barco que le llevaría a una isla del Egeo,
de vacaciones, pero eso no preocupa a Vueling. No es competencia suya, alega el
encargado. En efecto, sólo es su responsabilidad.
Al final, consigue los enlaces
pero en este mundo nada es perfecto, por lo que le pierden la maleta. La
recupera a la semana pero no el hotel, como estaba previsto, sino que se la
dejan en el puerto. En principio, Vueling asegura que pagará lo establecido en
la norma por su error, pero como el viajero ya no se fía, acude a una página
-elreclamador.com- (15% de comisión) y,
a partir de entonces, la compañía se cierra en banda.
No olviden este detalle de la
necesidad de intermediarios para reclamar un fallo propio en el servicio porque
la historia continúa. De hecho, para reclamar a Vueling debes llamar a un
oneroso 902, donde te hablará una máquina y donde, en consecuencia, te tienen
esperando más de seis minutos… pues Vueling no está para perder dinero con reclamaciones
sino para ofrecer un mal servicio primero y luego cobrar por las reclamaciones
en forma de factura telefónica. Por cierto, más de 15 días después aún no ha
recibido respuesta de Vueling, siempre sensible a las críticas de los viajeros.
Visto lo visto, y trascurrida la
estancia en Grecia nuestro hombre cambia de compañía y compra un billete para
España en vuelo directo Atenas-Madrid. Sólo que comete el ‘error’ de volver con
la compañía hermana Iberia. Compra por Internet directamente en Iberia. Pago
con tarjeta, coste asumido… pero billete inválido. ¿Qué ha sucedido? Nos
informa el reclamador, que no la compañía, pero todo huele a que había vendido
más billetes de los posibles.
Total, que cuando el pasajero
llega al aeropuerto de Atenas se encuentra con que su billete no vale. De malas formas, la empleada de
Iberia en el aeródromo griego le suelta la bronca al interesado, le informa con
grosería manifiesta en dónde se lo pueden arreglar y, en pocas palabras, le
hace perder el vuelo (total, ya estaba lleno). Vuelo pagado y cuyo importe hay
que reclamar, bien a la compañía, que se lo toma con calma o bien al banco para
que paralice la transacción.
Y a comprar otro billete en otra
compañía. A coste desorbitado, claro está, por tener que volver el mismo día.
Los billetes comprados a última hora -en este caso a la fuerza-. Tras el
desastre Vueling-Iberia no son al mejor precio. Para ser exactos, le piden
1.000 euros por un traslado Atenas-Madrid (400 la ida y vuelta
Madrid-Atenas-Madrid) o coger otro vuelo para hacer enlace. Pero ese no es el
asunto: el asunto es que Iberia había vendido un billete que no podía ofrecer.
Así que, una noche sin dormir,
nuestro viajero españolito se ve obligado a comprar otro billete en otra
compañía. Ahora hay que reclamar a Iberia, quien responde como su hermana
gemela Vueling. Y si te atreves a reclamar, olvídate de ellos: alegarán hasta
la frontera del juicio (¿seis meses?) y entonces cederán para no pagar las
costas.
Ryanair cayó en picado cuando su
mentor, el impresentable Michael O’Leary reconoció que su política consistía en
‘maltratar al cliente”. Ahora ha cambiado porque los clientes no son tan
masocas como él creía. Pues eso.
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